Mi esposo, un cabrón feliz (I)
Una pareja encuentra un indescriptible morbo en hacer que ella se vea con sus amantes para luego mostrar a su marido como chorrea semen de su vagina mientras le relata como ha sido poseída. Todo lo que voy a relatar es absolutamente cierto. Mi esposo me ha pedido que relate nuestras aventuras sexuales a lo largo de 16 años de casados y lo voy a complacer, pues me excita mucho que otras personas conozcan nuestra historia y como verán me parece importante darle gusto a sus peticiones para que siempre me de permiso de acostarme con otros hombres y disfrutar intensamente mis infidelidades consentidas.
Inicio mi relato en forma no usual, pues empezaré desde la fecha actual y luego iré relatando todo en orden cronológico inverso hasta llegar al principio de nuestra escabrosa pero muy excitante relación de casados. No quiero gastar tiempo en las acostumbradas descripciones sobre mi figura. Basta con que sepan que los hombres me consideran muy atractiva, con buena figura y rostro muy seductor según ellos.
Sin que mi esposo sea un santo y fiel varón, pues sus escapaditas ha tenido, debo relatar que lo que a él realmente le gusta es que yo sea la de las aventuras sexuales extraconyugales , pues goza infinitamente sabiendo que he sido penetrada por otros hombres, para llegar luego a casa a mostrarle cómo me dejan de inundada de semen para que él me limpie con su lengua mi pecadora vagina. Se enloquece de excitación mientras me chupa la cuca cuando le relato los detalles de cómo me abrí de piernas permitiendo que me clavaran. Ha llegado a decirme que quiere que otro me preñe, pues él está bajo de espermatozoides y solamente hemos podido tener un hijo quien actualmente tiene 15 años. No tiene nada de raro que finalmente se cumplan sus deseos, pues muchas veces me dejo montar sin protección alguna, quedando llena de semen de mis amantes. En varias ocasiones me han llegado a meter hasta tres polvos en una sola noche y no sé cómo no he quedado embarazada.
La última aventura ocurrió la semana pasada, cuando llegó de visita a nuestra ciudad mi actual amante formal, quien vive a una hora de vuelo de nuestra ciudad. El hecho de que tenga amante no significa que le sea fiel a él, pues no desaprovecho la ocasión cuando se presenta un hombre bien parecido de quien yo sospeche que tiene una buena verga y se den las circunstancias apropiadas para dejarme seducir luego de coquetear e insinuarme, siempre con la colaboración de mi marido. Cuando mi amante, a quien llamaré P me avisó a mi celular que había llegado, me pidió que lo visitara en el hotel donde estaba alojado. Le informé a mi marido quien inmediatamente accedió a permitirme asistir a la cita. El mismo me pidió que me arreglara muy sexy, escogiendo para la ocasión ropa interior muy atrevida y transparente con pantys tipo tanga seda dental, falda muy corta de color verde manzana y blusa blanca escotada. Me aplicó el perfume favorito, colocando unas gotas entre mis piernas para que cuando P me las abriera y metiera su cabeza entre ellas, disfrutara mis fragancias mezcladas con el exquisito perfume. Mientras me vestía delante de mi esposo, él me tocaba por todos lados diciéndome que me quería enviar bien caliente y preparada para que me dieran verga tan pronto llegara al hotel. Me pidió que no fuera a lavarme la vagina luego de que me clavaran, pues como ya conté, ese es su privilegio para hacerlo con su lengua chupándome los jugos mezclados. Salí a las 9 P.M. inventando a nuestro hijo la excusa de que me iba para el hotel a encontrarme con una amiga de la infancia que estaba de visita. Tan pronto llegué al hotel subí al cuarto de P, pues siendo nuestra ciudad pequeña, siempre existe el riesgo de encontrarse personas conocidas y mi esposo, a pesar de lo cabrón que es, siempre me pide que sea discreta. Yo también prefiero serlo, pues en nuestro medio nos tienen como una pareja muy formal que se mueve a los más altos niveles sociales de la ciudad. Cuando P abrió la puerta, se desbordó en piropos sobre mi apariencia e inmediatamente me tomó en sus brazos besándome apasionadamente. Hacía más de un mes que no me visitaba y me dijo que tenía unas ganas locas de meterme la verga y hacerme gozar como una puta en celo. Le pedí que primero departiéramos un rato, tomándonos unas copas de licor, pues me produce siempre el efecto de desinhibirme permitiendo que afloren todos mis instintos sexuales. Mientras tomábamos las copas, le dije que yo también estaba arrecha pues mi marido no me daba suficiente verga (lo cual es mentira pues el cabrón me monta mínimo 3 veces a la semana), pero que tuviera paciencia para prolongar nuestro disfrute. Dijo que se controlaría siempre y cuando le mostrara mientras tanto mis piernas. Nos sentamos frente a frente en sillones cómodos de la salita de la alcoba. Mirándolo a los ojos, separé mis piernas para que mirara mis interiores transparentes, lo cual lo puso a mil intentando lanzarse sobre mí. Lo regañé recordándole su promesa y lo obligué a sentarse nuevamente. Crucé mis piernas permitiendo que mi falda quedara bien arriba exponiendo todos mis muslos y empecé a morbosear diciéndole que más adelante le iba a chupar su verga para que se le pusiera muy grande y dura antes de que me penetrara con ella. P se sacó la verga, mostrando que ya estaba más que lista para darme clavo. Le pedí que se acariciara de arriba abajo mostrándome el bello miembro que me haría gozar. Me abrí la blusa sacando un seno del brasiere y me chupé el pezón para excitarlo más. Luego de tres copas, mi excitación con tanto morboseo ya resultaba incontrolable y le pedí que se acercara. Se puso de pié a mi lado, dejando su verga al alcance de mi boca. Me introduje su miembro hasta donde pude sin llegar a sentir arcadas y le di una buena chupada mientras él acariciaba mis tetas. No pudiendo contenerme por más tiempo, le pedí que me clavara de una vez y tirándome boca arriba en la cama le abrí las piernas para que me montara. Me dijo que primero quería pagarme la chupada y se lanzó sobre mi vagina a lamerla apasionadamente deslizando a un lado el panty. Me giré para quedar en un 69 y durante algunos minutos nos dedicamos a darnos placer mutuamente. Tuve mi primer orgasmo, pero en plenas oleadas de placer interrumpió su chupada para montarse sobre mí y clavarme a fondo su enorme verga. Mi orgasmo continuado me arrancó gemidos de lujuria mientras me daba a fondo haciéndome gritar cuando su verga trataba de entrar directamente a mi útero. No tardó en venirse con violentos espasmos, depositando sus chorros de semen dentro de mí. Descansamos abrazados unos minutos recuperando el aliento. Nos sentamos nuevamente y me pidió que me desvistiera del todo mientras él hacía lo mismo, pues en nuestro afán por gozar no nos habíamos tomado el tiempo para desvestirnos. Mientras continuábamos tomando licor y conversando, abrí bien mis piernas tomando con mis manos los pétalos de mi vagina para abrirme y mostrarle como escurría su semen sobre un pañuelo de mi marido que coloqué en el sillón. Me dijo que luego botara el pañuelo pues de pronto descubría mi marido mis infidelidades. Riéndome le dije que no se preocupara, que me cuidaría de lavarlo a escondidas cuando llegara a casa. P no sabe por supuesto que mi marido conoce todas mis escapadas y que ese pañuelo lo haría gozar mucho al tomarlo como prueba de lo que me habían metido entre las piernas. No pasó media hora y P estaba de nuevo empalmado pidiéndome que me dejara montar como una perra en cuatro patas. Me agaché sobre el tapete elevando mi trasero para darle acceso de nuevo a mis profundidades. P intentó metérmelo por el culo, pero me negué rotundamente, pues la única vez que lo hice con mi marido me dolió mucho. Sin embargo, le permití que lo arrimara a mi ojete refregándolo contra mi culo sin penetrarme. Él alternaba pasando su verga por raja y por mi culo. En la posición que me encontraba, podía ver desde abajo como sobresalía su verga cuando la pasaba por mi clítoris. Mis gemidos se hicieron audibles y le pedí que me penetrara de nuevo mi vagina. Me ensartó a fondo desde atrás montándome como una perra hasta sacarme un nuevo orgasmo continuado que duró varios minutos pues él se demoró un poco más que la primera vez para venirse. Ya me encontraba cansada de tanta verga que me habían dado y le dije que me tenía que ir para que mi marido no sospechara nada.
En el próximo relato les contaré cómo me fue al llegar a casa recién cogida.
Un beso para todos mis lectores, Marta Mónica.
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